"¡El Desconocido es un perrito inofensivo que ruge como un león!" (Laurent Martinez)
¿Alguna vez has oído hablar de la teoría de los seis grados de separación? Destaca una alta posibilidad de que todos en la Tierra puedan vincularse con cualquier individuo "a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios (conectando a ambas personas con sólo seis enlaces) [1]". Un eslabón de seis significa que conozco a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien que conoce al "alguien" en cuestión (¡Uf! Déjame recuperar mi aliento por fa). A primera vista, son muchos "alguienes", pero pensar que seis personas pueden permitirme tocar a la puerta de quien sea en el planeta es increíble (toc toc, ¿Me permites entrar? ¡Somos eslabones, fíjate!)! Toda la humanidad en seis simples eslaboncillos... Quizás piensas que esto es una exageración, pero oye, tú el escéptico, la teoría ha sido estudiada varias veces y funciona en la mayoría de los casos (ya ves, no sea incrédulo como Tomás). ¡Para mí, una apasionada del ser humano, vale oro! Una vez la famosa teoría asimilada, comenzamos a buscar enlaces en todas partes como obsesionados... ¡y los encontramos! Ya no veo mi red de contactos con los mismos lentes empañados.
¡Es una locura, la verdad, cómo podemos estar realmente cerca de los peores villanos de todo el mundo de la misma manera que de la crema de nuestra sociedad! Es que durante nuestra vida, cada uno de nosotros conocerá a miles de personas, a veces con prisa, a veces más íntimamente. Desarrollaremos relaciones interpersonales que pueden ser agradables, a menudo complicadas, a veces para olvidar (mmm... un poco más que a veces), y, aunque generalmente podemos contar con los dedos de una mano nuestros verdaderos amigos, nuestras cuentas de redes sociales están repletas de conocidos de todo tipo, quienes conocen también a personas. Ósea, si conozco a mil personas que también conocen a otras mil, me da acceso a un millón de personas en solo dos eslabones. La ecuación es básica.
Mil es aterrador. Uno tiene la impresión de que es un número poco realista, igual de hinchado que los brazotes de un douchebag, pero come on, todos conocemos a mil personas con las que podríamos ir de volada a tomar un cafecito con leche para hablar de los viejos tiempos o de nuestra última multa por exceso de velocidad. Si me contemplo el ombligo, ya puedo identificar a cien colegas con los que esto podría suceder. Y a ex colegas. A viejos amigos de la escuela. A mi familia extendida. Compañeros de viaje. Amigos cercanos. Compañeros de gimnasio. Viejos flirts. Estudiantes a quienes he enseñado y que aún me saludan cuando me ven al centro comercial. Mi doctor, mi dentista. Los que comparten mis pasiones (¡Todo el estadio, todo el estadio! [2]). Los buenos samaritanos que cruzaron mi camino. Las personas con las que interactúo en las redes sociales (¡incluso a los trolles!). O los amigos por correspondencia que tuve a la adolescencia cuando las cartas escritas de puño y letra sobre papel perfumado todavía estaban de moda. ¡Oh! Y todos aquellos con quienes ya he compartido momentos importantes en otra vida, como las familias de mis ex-novios. Eso hace mil personas al menos solo en el primer eslabón, y probablemente más. ¡Es casi nada, mil! Nos cruzamos con toneladas de personas, lo suficiente para aturdirnos como debería (¡Olvídate de la marihuana, mas vale subir la cadena de nuestros eslabones, santo cielo!).
Déjame contarte una anécdota. En 2015, en un vuelo entre El Cairo y Estambul, el tipo a mi lado, un egipcio llamado Karim, volaba a Turquía para tomar su conexión con los Emiratos Árabes Unidos, donde vivía. Le dije que yo era quebequense y me explicó en un francés impecable que ya había trabajado remotamente al departamento de asistencia técnica para una empresa de telecomunicaciones canadiense. Me burlé un poco de su falso acento de Quebec, compartimos unas historias. Cuando le precisé que venía de la ciudad de Rimouski, exclamó, riéndose: "¡Pero yo conozco a Rimouski! Mi hermana vivió allí. Fue alojada por una familia de egipcios". Tenía casualmente una amiga egipcia en Rimouski, Mochira, y él respondió, atónito: "¡Vaya, ella es una de las hijas de la pareja! ¡Hasta hablé con ella por Skype cuando llamé a mi hermana!". ¿¡¿Qué?!? ¿Qué probabilidad yo tenía de estar sentada en un avión de Egyptair junto a un tipo que tenía algún conocido en común conmigo? El muchacho y yo estábamos a solo tres grados separación: él conocía a su propia hermana (obviamente), que conocía a mi amiga, que me conocía a mí. No era una coincidencia, solo habíamos logrado subir la cadena eslabón por eslabón.
El mundo es pequeño. A pesar de que puedas verlo gigantesco y sentir que no siempre lo entiendes, estás más cerca de lo que piensas de este polemista que lees en el periódico (sorry), de este asesino en serie mediatizado, de Julia Roberts, Lindsey Vonn (y P.K.), de AMLO, de tu ídolo juvenil (el sol de Méxicoooo), de este galardonado chef que fríe paletas de chocolate Mars, del último ganador de Survivor, de la anciana viviendo al final de la calle, de esta joven vitriolada de Dhaka, del guitarrista de tu grupo favorito, y de esa linda desconocida que te hizo ojitos en el metro antes de que te bajaras en la estación Jarry. Evalué por mí misma que estoy a cuatro eslabones de Vladimir Putin (de verdad), y por lo tanto, a cinco de casi todos los otros jefes de estado del planeta, porque este querido Vlad, los conoce bien (pues parece). Ahora imagínate quienes tienen todos estos jefes de estado en sus libretas de direcciones. Este crisol mundano resulta ser mi sexto eslabón (Carla Bruni, Ellen De Generes, Oprah Winfrey, Alex Rodríguez, etc.). También estoy a tres eslabones de Drake, así que a cuatro de toda la flor y nata que Drake frecuenta, incluyendo a Rihanna. Estoy a tres eslabones del gran Sidney Crosby y solo a dos de Deontay Wilder, este campeón de boxeo. Deontay visitó al Papa Francisco esta semana (parece que el Papa es un gran fanático del boxeo). Lógicamente, si me conoces personalmente, estás solo a cuatro eslabones del Papa. Es sencillísimo, coser y cantar, como dicen los Españoles. Resolvemos el rompecabezas pieza por pieza. Sabes hacer rompecabezas, ¿verdad?
Todos somos hermanos y hermanas, a pesar de que el miedo al otro y nuestra flagrante falta de curiosidad contribuyen a hacernos olvidarlo (amnesia voluntaria, ¿sí, conoces?). Un ser humano es un ser humano y no importa tus opiniones, todos somos interconectados uno al otro a oesar de nuestras diferencias. "Same DNA but born this way", como tan bien lo canta Gaga. Hasta tu peor enemigo tiene una relación contigo, te guste o no. Si no lo conocieras, él no podría ser tu peor enemigo, de todos modos, a menos que te diviertas odiando deliberadamente a puros desconocidos asociados con tu sexto eslabón (en otras palabras, el amigo de un amigo de un amigo de un amigo de un amigo de un amigo), lo que sería realmente estúpido, admítelo. Me gusta pensar que mi propio destino está intrínsecamente ligado al tuyo, al de una niña alegre que vive en el fin del mundo, al igual que el de su santidad, el Dalai Lama o de la muy comprometida Greta Thunberg. Me gusta menos la idea de tener solo unos pocos grados de separación de cazadores furtivos, violadores, racistas y políticos corruptos (suspiros).
No importa si eres mi primer o mi sexto eslabón, nunca podré agradecerte lo suficiente por leer mis estados de ánimo cada vez que me atrevo a publicarlos y esto, a pesar de que son a menudo terrrr-mi-na-bles. Si por (mala) suerte es la primera vez que me lees, me presento oficialmente: Soy Marie-Eve, autora de un montón de mensadas, fanática de boxeo, de fútbol, de zapatos, de viajes, amante de Turquía y muy mala cantante. Encantada de conocerte, querido eslabón. ¡Brindamos a nuestros seis potenciales grados de separación y a nuestra (im)probable reunión! ¡Salud!
[1] Definición de Wikipedia.
[2] Canto de aficionados al Estadio Saputo durante partidos del Impact de Montréal.